viernes, 1 de enero de 2016

En la Cueva de Los Tayos, en la Isla de la Juventud de Cuba y en las Islas Canarias.

 
Un grupo de buscadores de oro liderados por el ingeniero Elías Sotomayor que se había internado en las selváticas montañas de La Maná, en Ecuador, descubrió en 1984, en las coordenadas 0.95ºS 79.18W, un profundo túnel que conducía hasta un enorme recinto en el cual se hallaban unos 300 artefactos de piedra de procedencia y edad desconocida.

Estos increibles objetos parecen haber sido diseñados respetando una geometría psicoacústica, poseyendo además efectos magnéticos de “punto cero” y su diseño, tecnología lítica y acabado, desafían una vez más las especulaciones sobre los conocimientos y las capacidades tecnológicas de las civilizaciones antiguas. 
Además de su semejanza con los de la cultura maya, presentan diseños que han sido considerados congruentes con las civilizaciones antigüas del sureste asiático, e incluso sus formas logográficas soportan una comparación aceptable con el sánscrito, demostrando que su existencia podría datar de la época en la cual el planeta estaba habitado por una única civilización, tecnológicamente muy superior a nuestro actual hombre post industrial, y culturalmente globalizada. 

Además de complejas mezclas minerales que cubren todo el espectro lumínico conocido, incrustaciones de calcita (de conocida propiedad fluorescente ultravioleta) grabadas en la faceta de la talla hacen que, expuestos los objetos bajo luz ultravioleta, dispersen la luz de una forma nó lineal y cuántica desviando el centro de atención hacia ciertos símbolos esculpidos que bajo luz natural no aparentan ser importantes, como si se tratase de un código secreto o un mensaje o mapa que todavía no ha podido ser interpretado, más allá del asombro que provoca en el observador estos cambios lumínicos al caer en la cuenta el sutil conocimiento de los patrones de simetría reflectiva que dominaban sus fabricantes. 

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